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en fin, porque entregando las saetas venían ellos a entregarle toda su
fuerza y poder. Tal era la interpretación y juicio que Darío profería;
pero, Gobrias, uno de los septemviros que arrebataron al Mago trono y
vida, dio un parecer del todo diferente del de Darío, pues conjeturó que
con aquellos presentes querían decirles los Escitas: si vosotros, Persas,
no os vais de aquí volando como pájaros, o no os metéis bajo de tierra
hechos unos ratones, o de un salto no os echáis, en las lagunas conver-
tidos en ranas, no os será posible volver atrás, sino que todos quedareis
aquí traspasados con estas saetas. Así explicaban los Persas la alusión
de aquellos presentes.
CXXXIII. Volviendo a aquel cuerpo de Escitas encargado primero
de ir a cubrir el país vecino a la laguna Meotis, y después de pasar
hacia el Danubio para conferenciar con los Jonios, habiendo llegado al
puente les hablaron en estos términos: -«¿Qué hacéis aquí, Jonios? Para
traeros la libertad hemos venido, con tal que nos queráis escuchar.
Tenemos entendido que Daría os dio la orden de que solo guardaseis
este puente por espacio de 60 días, y que si pasado este término no
compareciese, os volvieseis a vuestras casas. Ahora, pues, bien podéis
hacerlo así en ello no ofenderéis a Darío ni tampoco a nosotros. Así
que, habiéndole esperado hasta el día y plazo señalado, desde ahora os
mandamos que partáis de ahí.» Habiéndoles prometido los Jonios que
así lo harían, se volvieron los Escitas al punto sin más aguardar.
CXXXIV. Los demás Escitas, después de los regalos enviados a
Darío, puesta al cabo en orden de batalla toda su infantería y caballería,
presentáronse al enemigo como determinados a una acción general.
Formados así en filas, pasó casualmente por entre ellos una liebre, y
apenas la vieron cuando corrieron todos tras ella; viéndolos Darío
agitados con esto y gritando todos a una contra el animal, preguntó qué
alboroto era aquel de los enemigos, y oyendo que perseguían a una
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Herodoto de Halicarnaso donde los libros son gratis
liebre, vuelto a aquellos con quienes solía comunicar todas las cosas:
-«Verdaderamente, les dijo, que nos tienen en vilísimo concepto esas
hordas atrevidas, y que ahora nos están zumbando, de suerte que me
parece que Gobrias atinaba con el sentido de sus dones. Puesto que
también me conformo yo con la interpretación de Gobrias, es preciso
discurrir el medio mejor para podernos retirar de aquí con toda seguri-
dad.» A lo cual Gobrias respondió: -«Señor, si bien estaba yo antes casi
asegurado por la fama de que estos Escitas eran unos bárbaros infeli-
ces, con todo, llegado aquí lo he visto por mis ojos, y estoy viendo aun
que ellos se burlan de nosotros como de niños, tomándonos por jugue-
te. Mi parecer sería que luego que cierre la noche, la primera digo que
llegue, encendidos en el campo los mismos fuegos que solíamos antes,
y dejando en él, so color de alguna sorpresa, las tropas de menor resis-
tencia para la fatiga, y atados allí todos los asnos, nos partiéramos del
país, primero que, o los Escitas corran en derechura al Danubio para
deshacernos, el puente, o los Jonios nos intenten algún daño tal, que
nos acabe de perder y arruinar.»
CXXXV. Este fue el parecer que dio Gobrias, y del cual venida
apenas la noche se valió Darío, quien dejó en su campo los inválidos y
achacosos y a todos aquellos cuya pérdida era de poquísima cuenta, y
con ellos también atados todos sus burros. El motivo verdadero de
dejar aquellos a animales era para que rebuznasen entretanto con todas
sus fuerzas, y el de dejar a los inválidos no era otro realmente que la
misma falta de salud y de robustez, si bien de esa misma se valió de
pretexto, como si él con la flor de su ejército meditara alguna sorpresa
contra el enemigo, durante la cual debieran ellos quedarse para res-
guardo y defensa de sus reales, conforme lo pedía el estado de su salud.
Así que habiendo Darío hecho entender esto a los que dejaba y manda-
do hacer los fuegos ordinarios, se apresuró a tomar la vuelta del Danu-
bio. Los jumentos que se vieron allí sin la muchedumbre de antes,
quejosos también y resentidos, empezaron a rebuznar aun más de lo
acostumbrado, y los Escitas que oían aquel estrepitoso concierto esta-
ban sin el menor recelo de la partida, muy creídos que los Persas que-
daban allí al par que sus asnos.
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Los nueve libros de la historia donde los libros son gratis
CXXXVI. No bien había amanecido, cuando los inválidos, viéndo-
se allí solos, y conociéndose malamente vendidos por Darío, comien-
zan a alzar las manos al cielo y extenderlas hacia los Escitas y darles
cuenta de lo que pasaba. Luego que estos lo oyeron, juntas de repente
sus fuerzas, que consistían en los dos cuerpos de tropas nacionales y en
un tercer cuerpo formado de Saurómatas, de Budinos y Gelonos, se
ponen en movimiento para perseguir a los Persas, camino derecho del
Danubio. Pero sucedió que siendo muy numerosa por una parte la in-
fantería persiana, que no sabía las veredas en un país donde no hay
caminos abiertos y hollados, y marchando por otra a la ligera la caba-
llería escítica, muy práctica en los atajos de su viaje, sin encontrarse
unos con otros, los Escitas llegaron al puente mucho antes que los
Persas. Informados allí de cómo éstos no habían llegado todavía, habla-
ron a los Jonios que estaban sobre sus naves: -«¿No veis, Jonios, que se
pasó ya el plazo y número de los días, y que no hacéis bien en espe
rar aquí por más tiempo? Si antes el temor del Persa os tuvo aquí cla-
vados, ahora por lo menos echad a pique el puente y marchad luego
libres a vuestras tierras, dando gracias por ello a los dioses y también a
nosotros los Escitas; que bien podéis estar seguros que vamos a escar-
mentar a ese que fue vuestro señor, de modo que no le dé más la gana
de hacer otra expedición contra pueblo ni hombre viviente.»
CXXXVII. Consultaron los Jonios lo que había de hacerse sobre
este punto. El parecer de Milciades el Ateniense, que se hallaba allí de
general, como señor que era de los moradores del Quersoneso cercano
al Helesponto, era de complacer a los Escitas y restituir la libertad a la
Jonia. Mas el parecer de Histieo el Milesio fue del todo contrario, dan-
do por razón que en el estado presente, cada uno de ellos debía a Darío
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